Backrooms: el horror liminal
En mayo de 2019, apareció en la red social 4chan una serie de mensajes que dieron origen a lo que ahora se conoce como estética de los Backrooms (trastiendas, cuartos traseros). El texto que definió la idea pretendía ser inquietante:
Si no tienes cuidado y te sales de la realidad (noclip) en las áreas equivocadas, terminarás en los Backrooms, donde no hay nada más que el hedor de la alfombra vieja y húmeda, la locura del mono-amarillo, el interminable ruido de fondo de las luces fluorescentes al máximo zumbido, y aproximadamente seiscientos millones de millas cuadradas de habitaciones vacías segmentadas aleatoriamente en las que quedar atrapado. Dios te salve si escuchas algo deambulando cerca, porque seguro que te ha escuchado.
Alrededor de esa idea se ha ido construyendo colectivamente toda una propuesta de generación de imágenes y videos, con la intención de crear una atmósfera inmersiva y una experiencia de horror que se ha descrito como liminal, es decir, perteneciente a los límites. Lo de “salir de la realidad en las áreas equivocadas” se ha interpretado como una alusión a los “glitches” de los videojuegos, errores de código que permiten continuar jugando pero que producen un comportamiento inesperado del software, como, por ejemplo, caer en lugares oscuros y quedar atrapado o aparecer de pronto en otro lugar.
Eso, que es relativamente común en el mundo virtual, se propone como una posibilidad en el mundo real. Uno podría “caer” hacia un Backroom, una zona vacía y enorme que podría estar debajo o detrás de la apariencia en la que vivimos todos los días. Esas zonas serían prácticamente infinitas y estarían constituidas por pasillos, cuartos, laberintos, calles, edificios, sótanos, que nunca terminan. Esto se relacionaría con lo liminal porque caminar ahí sería como estar siempre de paso, sin punto de partida o de llegada, sino en una región intermedia, sin arribar nunca a un destino.
También se relaciona con lo siniestro, entendido como aquello que, siendo familiar, se vuelve inquietantemente extraño. Por ejemplo, un centro comercial, pero vacío y con filas de anaqueles infinitas. O una alberca, pero que se ha expandido hasta el horizonte. En términos freudianos, lo Heimlich (hogareño, familiar, conocido), se ha vuelto Unheimlich (extraño, desconocido).
Otro elemento sería la anemoia, la nostalgia por un tiempo que nunca se ha vivido. Para los jóvenes nacidos del año 2000 en adelante, la década de los ochenta o de los noventa, con sus dispositivos ahora considerados arcaicos, como las videocaseteras de VHS, un walkman, las computadoras ya obsoletas o las televisiones enormes, pueden generar esa sensación de anhelar una época en la que no se estuvo. Los Backrooms suelen pertenecer a esas épocas relativamente recientes, pero ya superadas. Aquí podríamos decir que se trata de una suerte de complementación de la dinámica de lo siniestro: no es ya que lo familiar se vuelva extraño, sino que lo extraño se sienta como familiar.
Tenemos también la kenopsia, esa sensación desasosegante que surge en lugares vacíos que habitualmente están llenos de gente. Como el mencionado centro comercial, una escuela, el lugar de trabajo, un parque de diversiones, un cine o la calle misma. Esto, que es un tópico común en los sueños, sería real en esa capa subterránea del Backroom. Se trata de lugares fuertemente melancólicos, siniestros, que ya no se reconocen como propios, pero siguen siéndolo al mismo tiempo. Y también son liminales, porque quien está ahí siente como se ha quedado al margen del resto de la sociedad, en una suerte de limbo, como si hubiera quedado atrás.
Meses después de aquel mayo de 2019 comenzó la pandemia de COVID-19, que volvió realidad algunas de las extrañas fantasías de lo liminal. Los lugares públicos quedaron vacíos, por el aislamiento forzado por el riesgo de contagio. Esto dio un empuje a la estética de los Backrooms, que comenzó a ser cultivada en el tiempo libre que permitió la pandemia. Utilizando software de diseño, como Blender, los usuarios construyeron sus propios mundos liminales, reuniendo cada vez más elementos audiovisuales. Desde entonces, esta forma de arte digital no ha dejado de crecer y difundirse.
También podría haber razones sociológicas y económicas. La falta de oportunidades, la precarización del empleo, los bajos salarios, las dificultades para comprar una casa o seguir los imperativos de “éxito” de generaciones anteriores han dejado a muchos jóvenes y no tan jóvenes en un espacio liminal, entre la adolescencia y la adultez. Es como si no pudieran “salir” de la infancia para “llegar” a la vida adulta y se quedaran para siempre atrapados en esa zona limítrofe, sin poder dar el paso. Es lo que un biólogo llamaría neotenia, la persistencia de caracteres juveniles en el individuo adulto, como sucede paradigmáticamente con el ajolote.
El que no logra “realizarse” en la sociedad, porque no ha podido, porque no ha querido, porque simplemente ha sido dejado atrás, habita en ese espacio liminal, viendo cómo discurre la “normalidad” alrededor de él. Los otros ya tienen un empleo más o menos estable, se han casado, tienen hijos, han comprado un coche, llevan la rutina de trabajo y de distracciones de una persona estándar. Pero el individuo liminal no ha hecho nada de eso. Vive solo o con sus padres, sobrevive en los márgenes, con ingresos inestables, parasitando. Cuando todos duermen, él está en vela. Y cuando todos están despiertos, él duerme. Ni su horario ni sus hábitos concuerdan con los de la mayoría.
El horror de los Backrooms no es el tradicional de los monstruos o las criaturas peligrosas. El espacio es el horror mismo, la situación, la iteración de pasadizos y habitaciones, la perspectiva de andar sin llegar a ningún lado concreto, la eliminación del destino, del fin del camino, el vacío y el sinsentido, la extensión infinita de lo que sólo debía ser zona de paso, límite entre los lugares importantes o centrales, nodales, que ahora están ausentes, que son inexistentes.
Si este horror atrae a millones de espectadores, que consumen los productos artísticos en redes sociales y demás plataformas de internet, es porque cala hondo en condiciones existenciales. Dice mucho de lo que somos y el lugar en el que estamos. Refleja y también realiza el deseo de evasión que nos determina.
Para saber más
Canal Kane Pixels de Kane Parsons en Youtube, pionero de la creación de Backrooms