Ilustración y tragedia
El primer capítulo de "Dialéctica de la Ilustración" de Marx Horkheimer y Theodor Adorno se titula "Concepto de Ilustración". Originalmente, el libro se llamaría "Fragmentos filosóficos" y justamente ese primer capítulo llevaría el nombre de "Dialéctica de la Ilustración". Al final, este último título se asignó a toda la obra y "Fragmentos filosóficos" quedó como subtítulo.
Cuando fue publicado por primera vez en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, los autores estaban exiliados en Estados Unidos. Ya se veía en final de nazismo, pero ellos quisieron publicar una obra que aclarara que la Alemania Nazi no había sido un fenómeno aislado sino una consecuencia misma de la Modernidad, de la Ilustración y del concepto de razón predominante.
El libro tuvo una segunda edición en 1947 y una tercera, con bastantes cambios, en 1969, en plena época de movimientos estudiantiles en Europa, Estados Unidos y varias partes del mundo. Destaca el hecho de que los autores en el prólogo de 1969 afirmen que el libro no ha cambiado mucho, cuando es de notarse una verdadera tarea de modificación. Quizá los cambios más notables son aquellos en los que una terminología fácilmente identificable con Marx se cambia por una más neutra o alejada de la jerga marxista ("capital" por "sistema económico", "proletario" por "esclavo", etcétera). Habría varias hipótesis de esos cambios. Una, que los autores enfrentaban censura (habían regresado a Alemania, ya dividida, y ellos trabajaban en la parte occidental). Otra, que querían distanciarse del marxismo dogmático soviético, que utilizaba esa jerga. Y una tercera hipótesis, que no se alejaban sólo del marxismo soviético sino de Marx mismo, lo que quizá sea lo menos probable.
El fundamento
El referido primer capítulo, como los mismos autores señalan en los prólogos, es el más importante, el fundamento. Los otros ensayos serían como ejemplos, extensiones, aplicaciones, desarrollos de lo que se establece o sugiere en "Concepto de Ilustración". Hay dos tesis básicas en el texto: 1) "El mito ya es Ilustración" y 2) "La Ilustración degenera en mitología".
La primera tesis retrotrae la noción de "Ilustración" a épocas remotas. Ya en la magia habría un intento por dominar, influir, vérselas con las fuerzas de la naturaleza. La magia reconocería en la noción de "mana" a esa unidad de fuerza en la naturaleza que hay que tratar de influir por medio de la mímesis. Habría aquí uno primer paso en la distinción para la conciencia entre sujeto y objeto. El sujeto, aunque se sabe superado por esas fuerzas, intenta participar de alguna manera en ellas por medio de los ritos. Esto sería un primer momento del intento de dominio de la naturaleza, que para los autores es consustancial a la razón ilustrada.
La razón moderna, a partir de Bacon, romperá con las supersticiones, en el proceso de secularización y desencantamiento del mundo propio de la Modernidad. Si Platón rompió con la poesía, los ilustrados romperán con la metafísica, incluyendo la platónica, rechazando no sólo las "Ideas" sino también, con el tiempo, categorías como "causa". Si las Ideas son una especie de reemplazo de las deidades (que a su vez encarnarían las fuerzas naturales), ese tipo de categorías serán cada vez más sospechosas de tener trasfondo metafísico. La primacía será ocupada por los datos inmediatos. Los autores nombran lo que están criticando: el positivismo.
Razón moderna y tragedia
Una de las características de la tragedia griega es presentar al hombre como una criatura a merced de potencias que lo rebasan y lo determinan, dictándole su destino. Y varios héroes trágicos son presentados como queriendo evadir ese destino. Pero justo el camino que toman para evadirlo es el que los conduce a cumplirlo. Layo de Tebas, por ejemplo, recibió la maldición de que, si alguna vez tuviera hijo varón, ese hijo lo mataría. Queriendo evadirse, Layo entregó a su hijo Edipo a un pastor para que se deshiciera de él. El pastor no se atrevió a matar o abandonar a Edipo a su suerte y lo entregó al rey Pólibo de Corinto. Edipo entonces escapa a la muerte y se cría en la corte corintia. Adulto, sin embargo, se entera de que su destino es matar a su padre (que él identifica erróneamente con Pólibo) y de acostarse con su madre (que él cree que es Mérope, la esposa de Pólibo). Para escapar de su destino, para evadirlo, Edipo deja Corinto, se aleja de los que cree que son sus progenitores... y se dirige a Tebas, donde reinan aún sus verdaderos padres.
Sin saber nada, Edipo se topa con su padre Layo en un camino y, después de una afrenta por quién debería dejar pasar a quién, Edipo termina asesinándolo. Vence, gracias a su astucia, a la Esfinge y libra a Tebas de la peste. Lo eligen rey y se desposa son la que fuera esposa de Layo, Yocasta, que es su propia madre. De esa unión nacen Eteocles, Polinices, Antígona e Ismene. Pero una nueva calamidad asuela Tebas. Los dioses no librarán a la ciudad de la desgracia y la sequía, pues saben que el asesino de Layo está en la ciudad. Edipo, ya rey, jura utilizar toda su astucia y su poder para encontrar al asesino... sin saber que es él mismo. Cuando lo averigüe habrá encontrado su destino, justo en el camino que él tomó para evadirlo.
Eso pasa con la razón. Con el miedo ante la naturaleza, ante su fuerza y su potencia, el hombre se dispone a crear modos de influir en ella. La magia será un primer intento, con la repetición de ritos. Pero la razón moderna pretenderá que puede conocer los secretos de esa naturaleza y dominarla, ponerla a su servicio. Creará los métodos, los mecanismos, los pasos, un concepto de ciencia, de verificación, todo para dominar a eso que le provoca terror. Ese pánico reside en la recaída en la naturaleza, la pérdida de la civilización, la vuelta a la barbarie.
Para evadirse de esa caída, la razón perfecciona sus aparatos epistemológicos para conocer y dominar la naturaleza. Lo trágico es que, justo en ese camino, la razón, que logra someter a la naturaleza a sus dispositivos lógicos y científicos, queda sometida a ese mismo dispositivo, que sólo puede ver y analizar los datos inmediatos. El positivismo conduce a la razón a un sometimiento respecto del dato. Y la hace miope para ver algo más que el aquí y el ahora. Ese tipo de razón no podrá hacer nada, por ejemplo, ante el avance del nacionalsocialismo. La barbarie llega, justo lo que temía la razón. Es como una venganza de las potencias temibles de la naturaleza, de lo irracional, que vuelve, pero no como sólo irracional, sino poniendo a su servicio a la razón misma. La maquinaría nazi, el aparato diseñado para el exterminio, todo es "racional" en sentido instrumental y se pone al servicio de la destrucción sin sentido, del fin de la civilización. El miedo de la razón, que la hizo someterse al dato, la privó del concepto, en sentido dialéctico, en el cual el dato inmediato es justo lo falso aparente, que debe verse como momento del concepto. El abandono de la dialéctica es el abandono de la verdad y la exposición de la razón a lo irracional.
Puede verse con Odiseo, un ejemplo que Horkheimer y Adorno utilizan. Cuando la nave del héroe se aproxima a donde habitan las sirenas, cuyo canto es irresistible y arrastran a cualquiera a la locura y la perdición, Odiseo instruye a sus hombres a que se tapen los oídos, lo aten al mástil y remen. Así él, el astuto Odiseo, podrá escuchar el canto de las sirenas. Diseña, pues, una estrategia, una organización, un método para disfrutar de ese canto. Sus subordinados lo obedecen, Odiseo escucha, se embelesa y les grita a sus hombres que lo desaten, pero los remeros no lo escuchan, pues se han tapado los oídos con cera. Los autores hacen analogía con el burgués, con el amo o con el opresor. Su papel social como explotadores ya no se reitera tanto por ellos sino por los sometidos en el propio aparato, el propio dispositivo, el propio sistema en el que el burgués aparece al frente. Odiseo quería no perderse de los encantos de las sirenas, y diseña una forma de no perdérselos, pero justo ese diseño le priva de esos encantos, queda atado.
Pesimismo crítico
Aunque se ha tachado a Adorno y Horkheimer de pesimistas, parece, por un lado, que sí están revisando el optimismo de la razón, que se ve tanto en los ilustrados como en Hegel o el mismo Marx. Pero, por otro lado, no renuncian a la razón, no caen el irracionalismo o en versiones reaccionarias del romanticismo. Antes bien, parecen retomar al romanticismo y a filósofos idealistas e irracionalistas para criticar el optimismo de la razón y el positivismo (que han conducido a la barbarie), pero ese retomar tiene como fin reivindicar a la razón y al proyecto moderno, cumplirlo mediante una autorreflexión, una autocrítica de la razón. En ese sentido, lo suyo no es una "negación indeterminada y abstracta" de la razón, sino una "negación determinada y concreta" de uno de sus momentos, la razón ilustrada, no para rechazarla sin más, sino para superarla (en sentido dialéctico, de eliminarla y conservarla la vez).
Como Hegel en la "Fenomenología del espíritu", que presenta a la razón en sus momentos, Adorno y Horkheimer ven a la razón ilustrada como un momento, con su contenido de verdad, pero además con su determinación histórica, su límite y también su error y su extravío. Así como el primer momento del sujeto en la "Fenomenología" respondía ante la pregunta por la verdad apelando al "aquí" y al "ahora" (lo inmediato), así la razón positivista se ciñe al dato, pero ese momento debe ser superado por el trabajo del concepto, aunque haya tenido que pasarse por la dura experiencia trágica.
Bibliografía
Theodor Adorno y Max Horkheimer (2016). Dialéctica de la Ilustración. Madrid: Trotta