Tímica, la pitagórica
Tímica de Lacedemonia vivió entre los siglos V y IV a. C., si bien es extraordinariamente difícil asegurar las fechas de su nacimiento y de su muerte. El único testimonio que poseemos sobre su ella procede de Jámblico, que vivió en el siglo III d. C., esto es seis siglos después, al menos, de la vida de Tímica. Esto ha llevado a varios estudiosos a poner en duda no sólo las fechas, sino incluso la existencia de la filósofa, que sería más bien un personaje legendario que habría servido para ilustrar un ideal de comportamiento.
Como sea, si validamos a Jámblico y su Vida pitagórica como una fuente fidedigna que nos transmite información sobre personajes reales, podemos considerar a Tímica como una filósofa que mostró con su vida la coherencia que se exigía dentro de la escuela pitagórica y podríamos decir que en la filosofía helenística en general, como parte del ideal del sabio (y de la sabia).
Los pitagóricos y el silencio
Tímica perteneció a la escuela pitagórica, en la que era usual guardar la secrecía de un conjunto de conocimientos. Como se sabe, los miembros se dividían en dos grandes grupos, los acusmáticos y los matemáticos. Los primeros eran los “oyentes” y se quedaban en un nivel superficial, asumiendo las normas morales y los preceptos, pero sin entender su significado profundo ni la explicación filosófica y teológica que estaba detrás. Los matemáticos, en cambio, componían un círculo interno, con conocimiento más avanzado en aritmética, geometría, astronomía y música.
El silencio era importante. El que quisiera integrarse a la escuela tenía que guardar un silencio de cinco años, conocido como echemythia (silencio inicial). El objetivo era aprender la escucha, el autocontrol, explorar la introspección y el respeto a los compromisos. Era una especie de voto, como en algunas congregaciones y órdenes religiosas del cristianismo.
Así, podemos decir que había tres grados de mesura en la comunicación:
1) Los novicios, esto es, los aspirantes a entrar a la escuela, tenían que guardar la echemythia durante un lustro.
2) Los que superaban ese nivel y se integraban como acusmáticos podían hablar de lo que llegaban a saber sobre las reglas de la vida y los preceptos morales, pero, por ignorancia o norma, no podían comunicar el significado de esas reglas o cuestiones matemáticas. Y esto era válido para otros miembros de la escuela, porque hacia afuera lo recomendable era limitarse a temas morales exclusivamente.
3) Los matemáticos podían hablar de cualquier cosa entre ellos, pero sólo de moral en público y debían cuidarse de sólo hablar entre acusmáticos de las doctrinas secretas que justificaban todas las reglas.
El silencio de Tímica
Esas nociones básicas de la escuela pitagórica son necesarias para entender una anécdota en la que se revela la valentía de Tímica, que habría pertenecido al círculo de los matemáticos, los más enterados de los misterios pitagóricos.
En la ya referida Vida pitagórica de Jámblico, se nos narra que Dioniso I de Siracusa, molesto por no haber logrado hacer amistad con los pitagóricos, habría ordenado a un tal Eurímenes tender una emboscada contra un grupo de ellos entre las ciudades de Tarento y Metaponto, en el sur de Italia.
Al verse en peligro, algunos pitagóricos optaron por huir, pero se toparon con un campo de habas. Como tenían prohibido no sólo consumirlas, sino incluso tocarlas, tuvieron que detenerse y enfrentar a sus perseguidores, con lo que pudieron. Según Jámblico, murieron todos, en batalla o rematados ya heridos.
Eurímenes se vio en apuros pues no tenía a ningún pitagórico que presentar ante Dioniso, pero poco después, para su fortuna, se encontró con Tímica, que se había retrasado por su avanzado embarazo, acompañada de su esposo Milias. Eurímenes ordenó apresarlos y presentarlos ante el tirano, que intentó doblegarlos:
«Desde luego vosotros», dijo, «por encima de todos, conseguiréis de mí un merecido aprecio, si queréis colaborar conmigo en el gobierno». Pero al renunciar Milias y Timica a todo lo que les había ofrecido, dijo: «Si me enseñáis una sola cosa, os iréis a salvo con una escolta apropiada». Cuando Milias le preguntó qué era lo que deseaba saber, Dionisio respondió: «¿Por qué motivo prefirieron tus compañeros morir a pisar las habas?». Y Milias inmediatamente dijo: «Ellos decidieron morir, para no pisar las habas; yo, en cambio, prefiero pisar las habas, para no decirte el motivo de ello» (Jámblico, Vida pitagórica, 193).
Milias, como miembro de los matemáticos, se negó a revelar los motivos de sus compañeros, pues eso habría significado violar su voto de silencio. Al igual que los que habrían muerto en la reyerta por ser fieles a su compromiso, él también decidió no obedecer a Dioniso, sin importarle las consecuencias. Lo mismo hizo Tímica:
Dionisio quedó impresionado y ordenó que se llevaran a Milias a la fuerza, y mandó también que sometieran a tormento a Tímica (pues pensaba que una mujer encinta y aislada de su marido, hablaría fácilmente por miedo a la tortura); ella, sin embargo, mujer de noble condición, haciendo rechinar los dientes sobre su lengua, se la cortó y se la escupió al tirano, con lo que hizo ver que, aunque el sexo femenino, vencido por la tortura, fuera obligado a descubrir algún secreto, lo que servía a ellos quedaba completamente cercenado por ella. Así manifestaban su oposición a las amistades con los de fuera, aunque se tratara de personas de condición real (ibid., 193 y 194).
Tímica, con diez meses de embarazo, según informa Jámblico, ignoró también la muerte. Y, sabedora de que, bajo tortura, era posible que flaqueara, no tanto por su sexo (como comunica Jámblico) sino más bien porque cualquiera podría verse derrotado por el tormento, fuera varón o mujer, decidió cercenarse la lengua con los dientes y, en un gesto supremo de desprecio, escupírsela a Dioniso, lo que le costó la vida, como a los otros pitagóricos.
Si bien, con ojos actuales, podríamos señalar a la escuela pitagórica como una secta de fanáticos que, por seguir preceptos absurdos como no tocar habas, prefieren la muerte, la anécdota de Jámblico más bien tiene la intención moralizante de mostrar a un grupo de filósofos que se atreven a vivir según las normas que han decidido adoptar. Son ejemplos máximos de coherencia entre el pensar, el decir (o callar) y el hacer.
La pregunta es si en nuestro tiempo hay filósofas y filósofos del mismo talante.
Bibliografía
Gardella Hueso, Mariana (2022). Las griegas: poetas, oradoras y filósofas. Buenos Aires: Ediciones Galerna
Jámblico (2003). Vida pitagórica / Protréptico. Miguel Periago Lorente (introducciones, traducción y notas). Gredos: Madrid