Schelling y el principio de identidad
El problema
En las “Investigaciones filosóficas sobra la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados” de 1809, Friedrich Schelling se propuso el ambicioso proyecto de demostrar la posibilidad y la realidad de la libertad, su relación con el mal y la existencia de Dios.
Convencido de que un Dios trascendente y todopoderoso difícilmente coincidiría con la libertad, pues, siendo aquél infinito en su potencia y majestad, no quedaría margen para la libertad en el ámbito de lo finito, intentó, siguiendo de cerca a Spinoza, explicar a la criatura como separada de Dios sino en Dios, en una postura que se puede calificar de panteísta.
Frente a los que podrían señalar que, si Dios es todo, no quedaría tampoco lugar para que el ser humano fuera libre, pues, en todo caso se trataría de la libertad de Dios y no de la criatura; o frente a los que rechazan el panteísmo creyendo que plantea que Dios sería algo, más que alguien, y entonces la libertad no sería uno de sus atributos, Schelling recurrirá a una compleja red conceptual que depende de un entendimiento distinto del principio de identidad.
Antes de eso, y frente a los que afirmarían que en el sistema de Spinoza no hay lugar para lo espontáneo o la libertad, sino sólo para la necesidad y el fatalismo determinista, Schelling acepta que el problema de Spinoza no es que sea panteísta o que entienda a todas las cosas en Dios, sino que las entienda como cosas. En lugar de eso, no regresará a una idea de Dios como una persona, sino más bien como acción, actividad, voluntad, querer. En esto retoma rasgos del pensamiento de Fichte.
El Dios de Schelling, que lo abarca todo, es, entonces no alguien o algo sino un hacer, una actividad infinita, la natura naturans de Spinoza, pero que no crea o genera simplemente cosas sino otros tantos haceres, voluntades, similares en esto a ella e identificados con ella.
Aquí se presenta nuevamente un problema pues, si decimos que Dios lo abarca todo, pero a la vez decimos que crea o genera nuevas entidades, ¿cómo es que esas entidades permanecen dentro de ese Dios y cómo es que, si permanecen dentro de Dios, pueden ser libres? Si decimos que Dios y todas lo demás, incluyendo al ser humano, se identifican, ¿qué espacio queda entonces para la libertad individual?
El principio de identidad
Es justo en este punto en el que Schelling presenta su particular comprensión del principio de identidad, mostrando que el sujeto y predicado en el juicio que expresa ese principio, A es A, no implica una equivalencia, ni una relación meramente gramatical o lógica, sino un proceso más bien de tipo ontológico:
“La veja y profunda lógica distinguía a sujeto y predicado como antecedente y consecuente (antecedens et consequens), expresando con ello el sentido real del principio de identidad” (1989, p. 125).
El sujeto sería, según esta interpretación, el antecedente, podríamos decir la causa, mientras que el predicado representaría el consecuente, esto es, el efecto. Hablando de Dios y las criaturas. El primero sería el sujeto, el antecedente, mientras que el conjunto de lo creado sería el consecuente, la naturaleza entera, con el ser humano incluido. Así, A es A, expresaría la identidad entre Dios y el ser humano, pero también su distinción. Es importante esto último, porque, para que haya lugar para la libertad, el ser humano debe tener su propio ámbito, sin por eso dejar de depender de Dios o, dicho más fuertemente, de estar identificado con él.
Lo divino y lo humano
Schelling está interesado en demostrar dos tesis que podrían parecer incompatibles: 1) que la criatura depende de Dios o está en él, como una consecuencia idéntica a él, pero, al mismo tiempo 2) que la criatura, en este caso el ser humano, puede ser libre, actuar por sí misma. Si el juicio A es A da lugar a una identidad que también incluye una diferencia, podríamos salvar el primer este doble escollo. Y es lo que Schelling visualiza:
“(…) la dependencia no anula la subsistencia por sí, ni tampoco tan siquiera la libertad. Sin determinar su esencia, indica sólo lo dependiente, sea lo que sea, sólo puede ser consecuencia de aquello de lo que es dependiente; no dice lo que es ni lo que no es. Todo individuo orgánico, en calidad de ser que ha devenido, es sólo a través de otro, dependiente de él según el devenir, pero en absoluto según el ser” (1989, p. 135).
La criatura, representada por el predicado, es dependiente de Dios, el sujeto, como consecuencia respecto al antecedente, o como efecto respecto a la causa, pero eso, dice el filósofo, no le quita su subsistencia y, por tanto, su capacidad de actuar libremente. Esta relación de causa y efecto no es mecánica, determinista o fatalista porque, como ya se adelantó, no estamos tratando con cosas, sino con voluntades. Y esto, además, se da siempre dentro de lo divino, como un todo.
“La consecuencia de las cosas a partir de Dios es una autorrevelación de Dios, pero éste sólo se puede revelar a sí mismo en aquello que es semejante, en seres que actúan por sí mismos y cuyo ser no tiene más fundamento que Dios, pero que son, así como Dios es” (1989, p. 137).
Dios es una actividad de autorrevelación, un acto de libertad originario, un querer expresarse, realizarse. Esta autorrevelación da origen a todo lo que es y llega a su cumbre en el ser humano, que cumple este proceso en grado máximo. Pero el ser humano, si es la expresión de lo divino, si en él y a través de él Dios se autorrevela, compartirá con Dios el ser una voluntad libre, un hacer, un acto, no una mera consecuencia sin autonomía, una cosa.
Los seres humanos son en Dios, son la consecuencia de Dios, se identifican con él, son dependientes de él como sus efectos, pero no están fuera de él, sino que lo expresan con su propia actividad libre, porque eso es justamente lo que él es.
La identidad es una relación ontológica que distingue al sujeto y el predicado como el antecedente y el consecuente, la causa y el efecto. Son idénticos, pero no equivalentes. Esta explicación le permite a Schelling mantener, por así decirlo, a la criatura dentro de Dios, como idéntica a él, pero, a la vez, salvar su subsistencia y, con ella, su libertad.
Bibliografía
Schelling, F. W. J. (1989). Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados. Helena Cortés y Arturo Leyte (trad.). Barcelona: Anthropos