La Modernidad de Procusto
Según la mitología griega, Procusto era un criminal que habitaba en el Ática. Así lo describe Diodoro:
[Procusto] obligaba a los viajeros que estaban de paso a acostarse en una cama, y a los que eran demasiado grandes les cortaba las partes del cuerpo que sobresalían, mientras que a los que eran demasiado pequeños les estiraba las piernas a martillazos. (IV, 59, 5).
El héroe ateniense Teseo lo mató, siendo una de sus grandes hazañas. La "cama de Procusto" o el "lecho de Procusto" ha pasado a representar el molde inadecuado en el que se quiere meter algo, que termina por ser deformado para que quepa en él. "Procústeo" viene a ser lo contrario de "ergonómico". Por ejemplo, unos zapatos procústeos son aquellos que nos quedan grandes o chicos, pero así los usamos.
En “Dialéctica de la Ilustración” de Adorno y Horkheimer, una primera alusión al lecho de Procusto tiene que ver con la ciencia positivista, sus conceptos y abstracciones, a los que debe de adaptarse la realidad, aunque resulte mutilada. Pronto, sin embargo, se traslada la noción a cuestiones sociales y políticas.
El judío inadaptado
El judío ha enfrentado la mutilación procústea en su historia. Tiene una identidad que no se adapta los conceptos identitarios de las comunidades y sociedades donde vive. Se le exige adaptarse, es decir, se le somete al lecho de Procusto. Si no se adapta, se le excluye, se le expulsa o se le elimina. Lo abstracto, el concepto identitario, se presenta entonces como más importante que lo real. Y grupos como los judíos parecen condenados a la perpetua inadaptación, no sólo en sociedades con otra religión predominante, sino en sociedades que se definen por raza o por la idea de una "nación": Los judíos son considerados díscolos, sea por sus creencias, sea por su "etnia" o sea porque pertenecen a un "pueblo". Su acomodo resulta problemático en los estados-naciones de la Modernidad, como lo fue también en las sociedades cristianas europeas.
Es una situación que raya en lo absurdo, pues los judíos participaron en el origen mismo de esos Estados, por ejemplo, en el caso de Alemania. Pero surge una nueva "identidad", como la alemana, y resulta que los judíos, si no renuncian a sí mismos, ya no se acomodan del todo. Más allá de eso, parece que, ni aunque lo intenten, pueden adaptarse bien. Se les persigue como intrusos, como gente con un disfraz.
Lo “normal” depende de modelos, de conceptos, de moldes. Y lo anormal es lo que no se adapta plenamente a ellos. Lo anormal debe adaptarse o será forzado a ello. Si no puede hacerlo, se le castigará o enfrentará la exclusión o algo peor. Es la simplificación de lo abstracto sobre la pluralidad de lo concreto.
La patología antisemita
En "Elementos de antisemitismo", los autores explican un mecanismo psicológico que estaría detrás del odio y la agresión contra los judíos. Se trata de la "proyección patológica", según un concepto de Sigmund Freud.
Como se sabe, el yo, en la teoría freudiana, ocupa una posición intermedia entre el ello, que representa pulsiones primitivas desde lo irracional, y el súper yo, que dicta las normas represivas que permiten la vida en sociedad. Las pulsiones del ello pueden ser eróticas o tanáticas. Por ejemplificar, se puede referir al incesto, al asesinato y al canibalismo. Las tendencias a cometer esos actos se han ido reprimiendo, pero persisten en latencia.
Para librarse de esas demandas del ello, en la proyección patológica se le atribuyen a un objeto externo y luego se combate a ese objeto. Así, por ejemplo, la tendencia asesina propia se le puede atribuir a un individuo, a un grupo, y se le enfrenta como un peligro externo. Llegando incluso al exterminio de ese individuo o de ese grupo. Así, simulando el combate a una tendencia interna proyectada se termina por cumplirla, pero sin culpa, como una defensa ante una amenaza del exterior.
Algo así habría pasado con los alemanes en relación con los judíos. En unos pasajes del capítulo, los autores refieren al olfato como un sentido más apegado a lo material y considerado más primitivo que la vista. Freud mismo describe así al olfato y aventura que el insulto "perro" dirigido a otra persona tiene que ver con esa manera de escapar de lo primitivo, del pasado animal. Se rechaza al perro por su olfato y su cercanía al piso. Se le asocia con la sensualidad de los olores íntimos. Cuando llamamos "perro" a alguien lo repudiamos por ser demasiado "animal", demasiado "terrestre".
Los nazis, como exponen Adorno y Horkheimer, representaban al judío como narizón. Es un estereotipo que podría asociarse al olfato, como si los judíos fueran una "raza" primitiva, animalesca. Y es la cuestión: la vuelta a lo animal es una tendencia del ello en todos los humanos. Patológicamente se la quiere exorcizar (bajo presión del súper yo) proyectándola como cumplida en otros. Y entonces se les odia y se les combate.
La mímesis autodestructiva
El nazi ridiculizaba al judío imitándolo, remedándolo, en dibujos, pero también actuando supuestamente como ese estereotipo, olfateando. De esa manera, en la burla mimética el nazi cumplía su tendencia propia a olfatear. Construía, pues, una imagen del judío para luego remedarla y así cumplía su propia pulsión.
La proyección patológica entonces se revela como peligrosa. Y tiene relación con la "identidad". Se inventa una identidad judía, se le proyectan tendencias internas y se le combate para defender una identidad propia.
El lecho de Procusto, por tanto, no sólo se aplica al otro, al judío, por ejemplo, para adaptarlo a lo alemán. Sino que lo alemán mismo se mete al lecho de Procusto y se le serrucha todo lo que tenía de judío. Es una autodestrucción por simplificación.
Y esto se puede trasladar a la identidad del yo. Por negar las tendencias del ello, que también son propias, la obediencia patológica al súper yo hace meter al yo en el lecho de Procusto y se le amputan o se intentan amputar esas tendencias primigenias, suponiendo que no son propias sino de los otros. Pero el ello no es eliminado, sino que sus exigencias finalmente se cumplen en el exterminio del objeto externo, que en ese sentido es un auto-odio, un destruir en el otro lo que se quiere negar en sí mismo.
Bibliografía
Diodoro Sículo. Biblioteca histórica. Obra completa. Madrid: Gredos
Theodor Adorno y Max Horkheimer (2016). Dialéctica de la Ilustración. Madrid: Trotta