Pentesilea y las amazonas
Desde los poemas homéricos tenemos noticia del mito de las amazonas, guerreras especializadas en el manejo del arco que tenían su propia sociedad matriarcal. Habrían sido hijas de Ares, el dios de la guerra, y de la ninfa Harmonía, según algunas versiones. Habitaban en los lindes, en los márgenes de la Grecia conocida, de manera que, mientras la civilización helénica se extendía, también se desplazaba la ubicación de su república. Siempre estuvieron en algún punto lejano, en los confines del mundo. Estrabón habla de algún sitio en el Mar Negro; Heródoto apunta hacia Escitia y también se menciona alguna zona de Libia.
Independientemente de la región donde vivieran, se les atribuye siempre una forma de organización ginecocrática: el gobierno era desempeñado exclusivamente por mujeres. Habitaban con ellas algunos hombres, pero sólo se les utilizaba con fines reproductivos. Sólo a las niñas se les brindaba educación. Conservaban con ellas a muy pocos niños, que eran dados en adopción, mutilados o abandonados para que murieran.
Apolodoro transmite que se cauterizaban o extirpaban el seno derecho, para que no les estorbara en la tensión del arco. Eran expertas jinetes y combatían de manera completamente distinta a los griegos, que basaban sus esfuerzos marciales en la formación de hoplitas (infantería pesada). Además del arco, usaron la lanza, la jabalina y un hacha arrojadiza, llamada sagaris. Se les representa, pues, como “bárbaras”, por donde vivían, por sus costumbres, su forma de guerrear y su vestimenta.
Probablemente el mito tenga como trasfondo el encuentro de los griegos con los escitas y los sármatas, entre los cuales las mujeres también peleaban, a diferencia de las costumbres helénicas. Se convirtieron el inverso de la civilización, lo opuesto, como un mundo al revés.
Los héroes y las amazonas
En el noveno de sus doce trabajos, Heracles (Hércules) fue enviado a recuperar el cinturón de Hipólita, reina de las amazonas. Se trataba de un regalo de Ares ambicionado por Admete, hija de Euristeo, quien impuso los afanes al héroe.
Heracles se hace a la mar con algunos compañeros y encuentra por fin a las amazonas. Hipólita, en un primer momento, se muestra proclive a entregarle el cinturón, pero Hera, recelosa y disfrazada como una guerrera, difunde el rumor de que Heracles quiere raptar a la reina. Se desata una batalla en la que las amazonas son derrotadas e Hipólita muere.
Teseo, quien raptó a la princesa Antíope, hermana de Hipólita, tuvo que enfrentar la invasión de las amazonas al Ática. En la colina que después acogería el consejo del Areópago acamparon las guerreras y ahí mismo los atenienses las derrotaron. Teseo procreó con Antíope a Hipólito.
Belerofonte, a quien también se le ordenó cumplir con peligrosas hazañas, derrotó a la Quimera con la ayuda de Pegaso, y también al beligerante pueblo de los sólimos. La tercera de sus aventuras fue guerrear con las amazonas, a quien pudo vencer con el caballo alado.
Estas derrotas de las amazonas frente a los héroes griegos simbolizan el necesario triunfo de la civilización “normal” y patriarcal frente a lo “invertido” y bárbaro, lo distinto. Frente a su fiereza y valentía, predomina siempre el esfuerzo de los hombres civilizados.
Aquiles y Pentesilea
Muerto el héroe troyano Héctor a manos de Aquiles, las amazonas acuden a la ciudad sitiada, respondiendo el llamado del rey Príamo. Las comanda Pentesilea, que aniquila a muchísimos griegos con su habilidad en el manejo de las armas. Tan feroz se muestra, que infunde nuevos ánimos en los troyanos y se reaviva la guerra, que ya parecía decidida.
En el fragor de la batalla, la amazona se topa con Aquiles y ambos se trenzan en un combate brutal. Finalmente, el héroe atraviesa a Pentesilea con la lanza y se dispone a quitarle las armas y el casco. Al verla, queda impactado por su belleza, al punto que se enamora trágicamente y llora. Tersites se burla de él y su compasión. Enfurecido, Aquiles lo mata.
La Pentesilea de von Kleist
En 1808, Heinrich von Kleist publicó su tragedia Pentesilea, una reinterpretación oscura que ya forma parte del canon literario del romanticismo alemán. Ahí, el encuentro de Aquiles con ella se convierte en un juego de amor y muerte. Enamorados inmediatamente, son conscientes de que las amazonas sólo aceptan que una de ellas pueda unirse a un hombre al que ha vencido en la batalla. Aquiles, perdido de amor, acepta dejarse vencer.
Pentesilea entra en el conflicto que da razón a la obra. Su deber como reina y su atracción como mujer enamorada chocan en su interior. Aquiles se le ofrece desarmado. En la locura, incapaz de procesar lo que debe hacer, lo ve como una presa, llama a sus perros, lo mata a flechazos y, junto con los canes, lo devora a dentelladas.
Cuando recupera la cordura, decide quitarse la vida. Y lo hace no con un arma física, sino con el puñal invisible del dolor y de la angustia. Muere entonces, víctima de la contradicción entre su pasión y las restricciones sociales. En el marco del romanticismo, la tragedia de von Kleist es un ejemplo de la oposición entre lo infinito y lo finito, el Estado y el individuo, el deber y los impulsos.
El mito de las amazonas, como muchos otros de la tradición grecolatina, ha sido material para las más diversas creaciones y manifestaciones artísticas. En cada época ha sido reelaborado y aprovechado para transmitir el ideario, el imaginario, los objetivos, preceptos y directrices que rigen las distintas corrientes y tradiciones intelectuales y culturales.
Bibliografía
Harrauer, C. y Hunger, H. (2008). Diccionario de mitología griega y romana. Edición española de Francisco Fernández y Antoni Martínez. Traducción de José Molina. Barcelona: Herder
Kleist, H. von. (1988). Pentesilea. Buenos Aires: Nueva Visión